EXPERIENCIA UNIVERSITARIA
Me matriculé en Historia porque me decían que me podía aportar mucho conocimiento en general, tener una buena base cultural era a lo que yo aspiraba. Y comencé la carrera. Todo era nuevo y maravilloso, se estaba cumpliendo un sueño que durante mucho tiempo quise realizar, ser universitaria. Tuvieron que pasar años para que éste se hiciera realidad. Aunque parece ser que no la he empezado en el mejor de los momentos, me refiero a que si no se hubiera implantado el Plan Bolonia, me hubiera sido más fácil combinar trabajo y estudio, incluso nos han advertido los profesores que trabajar y estudiar con este Plan, es muy pero que muy difícil, y doy fe, que es verdad.
Comencé el Grado, ilusionada pero muy alejada de lo que pudiera ser una estudiante, mi maleta no iba llena de conocimientos de bachiller, ni de PAU, sólo llevaba la nota que me dieron en la prueba de acceso para mayores de 45 años, que por un casual era la media que necesitaba para entrar en Historia, o en Enfermería y en alguna otra carrera seguramente, pero me incliné por Historia por lo ya mencionado. Yo me quedé en 1º de Bachiller, hace de ello cuarenta y dos años, así que mi maleta llevaba: empirismo, entusiasmo, ganas e ignorancia, pero como ésta es tan atrevida, aquí estoy, terminando mi primer cuatrimestre y realizando este trabajo que tengo que entregar en T.I.C.
Cuando empezaron las clases, me agobié, parecía demasiado para mí, me sentía perdida, veía que mis compañeras y compañeros tenían los conocimientos muy fresquitos, y en algún momento pensé que me iba a estrellar, de hecho, en mi primera actividad de T.I.C. me pusieron un “ 0 “, llegué al trabajo tan contenta diciendo mi nota y una de mis compañeras me comentó que nunca había visto a nadie tan contenta con esa nota, recuerdo que le respodí que me alegraba porque me hacía ver realmente como era mi partida, partía de “ 0 “, pero ya me encargaría yo que esa nota fuera subiendo cada vez más, y tengo que decir que ¡Lo he logrado!
Cada ejercicio corregido es una nueva alegría y un subidón de adrenalina (porque he llegado a nota de 9’75, que incluso di un pequeño grito en clase cuando la vi), haciéndome pensar que aunque sea con bastante sacrificio se puede llegar. Y es mucho más fácil, si se cuenta con el compañerismo y la buena gente que te acompaña cada día, que comparte las mismas horas de clase y que cuando los necesitas, están ahí.
El profesorado, impartiendo cada uno su materia, nos hace vernos como futuros historiadores, y nos pautan las directrices para llegar a serlo. Cuando realmente entendí lo que es ser historiador, me fascinó. Me sorprendió comprobar que yo pudiera ser una buena historiadora, aunque no sabía si mi manera de proceder se debía a que entendí bien lo que era investigar o si realmente lo que hacía era perderme en un bosque de cosas nuevas e interesantes. Porque eso es lo que hago, me ha pasado con un trabajo que tengo que hacer sobre Néstor Martín-Fernández de la Torre, y con algún que otro trabajo más, que enfilo el camino del estudio sobre el personaje y van surgiendo historias paralelas que tienen que ver con el personaje, pero que hacen que también me interese por estas y se me van las horas “cotilleando” por los alrededores de Néstor. Pero es que es necesario, una cosa te lleva a la otra, y me cuesta mucho dejarla atrás sin ojearla un poco. Me pasó un caso gracioso precisamente con este texto que tengo que hacer de Néstor, vi en varios documentos, como se nombraba a Fray Lesco. Después de leer algún comentario de este personaje me parecía extraño que esas opiniones procedieran de “un fraile”, y gracias a mi curiosidad, pude saber que Fray Lesco era “el seudónimo” de Domingo Doreste Rodríguez, escritor, periodista, ideólogo y fundador de la Escuela de Artes Decorativas Luján Pérez.
Lo que quiero decir es que para mí, esta nueva experiencia está siendo enriquecedora vista desde cualquier ángulo, y aunque a veces creo: que no voy a aprobar los exámenes, que es difícil, que son muchas horas las que me paso como ahora sentada en el ordenador, si no escribiendo, leyendo o buscando información, otras pienso que por qué no, que lo que más cuesta es arrancar, pero una vez que se va conociendo la rutina, se va creando un hábito y van saliendo las cosas. He llegado a la conclusión en que la clave está en no dejar los trabajos para última hora, ir sacándolos según se van dando, porque me ha pasado, que como daban hasta dos meses de tiempo, pues que era más que suficiente, pero no es así, investigar requiere muchas horas y hacer un trabajo bien hecho, más aún.
Empiezan los exámenes, es una sensación nueva. Sé que no tengo prisa, que no tengo por qué agobiarme, no necesito la carrera para conseguir un trabajo, porque gracias a Dios ya lo tengo, lo quiero por enriquecimiento personal, pero aún así, estoy nerviosa. Quiero aprobar y comenzar el segundo cuatrimestre con las nuevas materias, dejando estas primeras asignaturas aprobadas. Sé que depende de mí, de cómo yo las haya llevado durante estos meses, pero se den como se den los exámenes, estoy contenta, porque esta experiencia me ha hecho vivir sensaciones que quizás estén fuera de tiempo, si la relaciono con mi edad (58 años), pero en ningún momento creo que estén fuera de contexto en la vida de cada ser humano que quiera mejorar su intelecto. A día de hoy, se un poquito más de lo que sabía hace cuatro meses. Ahora tengo otra maleta, he guardado en ella el empirismo, el entusiasmo y las ganas, y poco a poco me voy desprendiendo de la ignorancia y la voy llenando de nuevos conocimientos. Todo esto, en un cuatrimestre, es mucho.